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Medicina y sociedad en Elche durante la Dictadura de Primo de Rivera. (1923-1390)


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Title:
Medicina y sociedad en Elche durante la Dictadura de Primo de Rivera. (1923-1390)
Authors:
Rueda Cuenca, Jesús A.
Tutor:
Ors Montenegro, Miguel
Ballester Añón, Rosa
Department:
Departamentos de la UMH::Salud Pública, Historia de la Ciencia y Ginecología
Issue Date:
2013-05-31
URI:
http://hdl.handle.net/11000/1392
Abstract:
Hemos intentado, a lo largo de las páginas precedentes, sacar a la luz actual, mediante testimonios documentales, la situación de la Sociedad y la Medicina en Elche en una época concreta; en torno a estos años, hemos analizado y valorado los antecedentes, tanto históricos como sociales y políticos, con apoyo de abundante iconografía sobre la materia, para tratar de ofrecer una película en movimiento durante el tiempo, y no hacer una colección de fotografías instantáneas. En la primera parte de la obra, se realiza una revisión histórica de la situación política, de la sanidad y la beneficencia a nivel estatal, partiendo del hito que marca la Constitución liberal de 1812, con mención a los más importantes hechos y personajes que tuvieron relación con la legislación en materia sanitaria a lo largo del siglo XIX, tales como Seijas Lozano, Mateo Seoane, Carlos Maria Cortezo, etc. Se explica de qué manera, la sanidad no era entonces una organización administrativa, sino que sus competencias estaban habitualmente bajo el control de los Ministerios de Gobernación, y gozaba de exigua cuota en el reparto de los presupuestos nacionales. Este vacío en materia de salud pública, ancestral, venía siendo suplido en muchos aspectos, sobre todo los de socorro, ayuda al menesteroso, asistencia al enfermo, protección al desvalido, etc., por la vía de la Beneficencia, que, durante mucho tiempo (siglos) estuvo a cargo de órdenes religiosas y alguna fundación auspiciada por la nobleza, a título individual, no de forma institucional. Situación esta que se mantendrá, pese al influjo de la Ilustración, hasta bien avanzado el siglo XIX, en que deja de verse la pobreza como una virtud y la limosna como un acto de caridad, pasando el hombre a ser el eje pivotal del devenir social, considerando dicha pobreza como un fracaso de la sociedad, que viene obligada a reducir las desigualdades, y proteger a los pobres que ella misma crea. España, como siempre, como en tantas otras cuestiones, se incorpora tarde y mal a los cambios que trae aparejado el progreso. A raíz de la muerte de Fernando VII, se producen algunas modificaciones; si bien se había redactado una normativa reguladora de la Beneficencia en 1822, toma esta mayor carta de naturaleza con la que se promulga en 1849, y ya la sanidad va adquiriendo carácter de organización, si quiera un tanto embrionario, con la Ley General del Servicio de Sanidad de 1855. Cabe destacar en este sentido, que, a excepción de la mencionada Constitución de 1812, ninguna de las demás Cartas Magnas (ni el Estatuto Real de 1934, ni las Constituciones de 1837, 1845, 1869 y 1876) hacen mención, cuando se refieren a los derechos de los individuos, a la protección de la salud, que no fue considerada como derecho individual hasta 1931. Pero al definirse España como confesional, y más aun tras la desamortización de Mendizábal, los poderes públicos se vieron obligados a no dejar desasistidos a sus ciudadanos de clases más desfavorecidas, de modo que el Estado comenzó a hacerse cargo de la asistencia, sobre todo sanitaria, de los pobres e indigentes. Para ello, se promulgaron numerosas leyes, en relación a la protección en el Trabajo, con el empleo femenino, los horarios laborales, y, sobre todo, al inicio del siglo XX, la Instrucción General de Sanidad de 1904, que venia, casi cincuenta años después de la promulgada por Isabel II, a ordenar y organizar la sanidad a nivel nacional.
Para relatar estos acontecimientos, hemos hecho una revisión de la situación de la legislación sanitaria, de la beneficencia y de sus sistemas organizativos a nivel español, con mención expresa del órgano regulador de la profesión médica, como es el Colegio de Médicos de la Provincia, Nos ocupamos, en la segunda parte, de la situación sociopolítica, en dos planos simultáneos, uno nacional, otro local; para poder centrar el debate y comparar resultados, se hace un sucinto resumen de los acontecimientos más señalados desde el advenimiento al trono de Alfonso XIII; reinado este caracterizado por la descomposición total del sistema de turnos establecido en la Restauración, privados los dos partidos políticos hegemónicos de sus principales líderes, Cánovas del Castillo y Mateo Sagasta, se atomizan y disgregan en multitud de fracciones, de tal manera que llegan a sucederse hasta 32 presidentes del consejo de ministros en 23 años. Inmersos los políticos en sus intrigas y cabildeos, ocupados los escaños del Congreso de los Diputados en exclusiva por las clases pudientes, con un falseado sistema electoral que hurtaba a la mayor parte de la población sus posibilidades de participación, tanto activa como pasiva, (cosa que, por otra parte, tampoco le interesaba, sus anhelos se dirigían a la mera subsistencia), no se apercibían de los cambios sociales que se venían produciendo en España en las últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX. La hasta entonces sumisa clase obrera, harta de explotaciones y servidumbres, va a comenzar a rebelarse, y lo va a hacer de forma no siempre tranquila y sosegada. Puntos concretos de inflexión en este movimiento son, sobre todo la Semana Trágica de 1909 y los sucesos del verano de 1917. Elche, a nivel político, también siguió, en cierta medida, los devaneos de Madrid; entre 1902 y 1923 hubo veinte alcaldes, algunos de mandato tan fugaz que no llegó al mes de duración. Aquí también el caciquismo hizo sus funciones, con dos personajes preeminentes, Manuel Gómez Valdivia y Andrés Tari Sánchez. Ciudad dedicada intensivamente a la fabricación de alpargatas, sufrió frecuentes desencuentros entre patronos y obreros, agrupados unos en el Centro Industria Alpargatera y otros en los nacientes Partido Socialista Español y Unión General de Trabajadores, el Sindicato del Ramo de la Alpargata y similares. El conflicto barcelonés de 1909 no tuvo apenas repercusión a nivel local, donde las huelgas y cierres patronales (conocidos por su denominación inglesa de lock-out), se sucedían en base a negociaciones de tipo salarial y productivo, ajenos a los grandes devenires de la Nación, como el asesinato de Canalejas o de Dato, porque en esta zona, salvo Alcoy, la implantación anarquista no llegaba a ser ni testimonial. La situación sociolaboral en Elche era profundamente precaria, con gran parte del trabajo manual efectuado en condiciones harto desafavorables, con jornadas exhaustivas, salarios insuficientes para dar la cobertura mínima a las necesidades elementales, realizada la labor a menudo en el propio domicilio del trabajador, muchas veces por la esposa con ayuda de los hijos, de forma, si no totalmente clandestina, sí al menos de manera marginal, habida cuenta la escasa cuantía de los jornales en relación a los precios, con numerosas subidas y bajadas, en función de las veleidades del mercado o de coyunturas exteriores. La Primera Guerra Mundial trajo como consecuencia un espectacular aumento en la demanda de productos de nuestro país, tanto agrícolas como industriales, hasta el punto que España pudo enjugar su ancestral déficit exterior. Años de notable bonanza, las inmensas fortunas conseguidas no fueron empleadas en modernizar la industria o los
cultivos, con lo que al final de la contienda, la situación quedó incluso peor que al inicio. Las tímidas mejorías obtenidas por el incremento de la demanda externa, fueron arrasadas en los años siguientes, abocando de nuevo a la pobreza y la miseria a amplias capas de la sociedad. Elche no escapó de este drama nacional. Tras el importante desgaste que supuso para el país la huelga de 1917, con los conflictos de los militares, y la incapacidad de los políticos para afrontar la situación con altura de miras, poniendo incluso en riesgo la propia Institución Monárquica, se sucedieron en seis años, quince presidentes del Consejo de Ministros, y catorce alcaldes de Elche. La masacre sufrida por el Ejército español en Marruecos en julio de 1921 tuvo enorme repercusión a nivel nacional, con exigencia de responsabilidades, promovida sobre todo por el socialismo, con Indalecio Prieto a la cabeza, apuntando también a la más alta magistratura de la nación; en Elche, de forma paralela, se critica con dureza a los militares, incluso se convoca una manifestación de protesta contra la guerra de África, y el consistorio se adhiere a la petición de responsabilidades. El pronunciamiento, nada secreto ni discreto, del Capitán General de Cataluña el 13 de septiembre de 1923 encuentra desprevenidos al gobierno nacional de García Prieto y al local de Tomás Alonso Blasco; el advenimiento de Primo de Rivera fue recibido con claro alborozo por las clases altas y medias, con apoyo, más o menos explícito de la intelectualidad, salvo algunas excepciones, como Unamuno; en Elche, la oposición socialista, de forma un tanto independiente de las grandes líneas directrices marcadas por el Partido a nivel nacional, hace una notoria labor de critica a la gestión municipal y a las personas designadas para ocupar los cargos. La situación política en España durante la Dictadura de Primo de Rivera fue de marcada estabilidad; un directorio provisional, efímero, un directorio militar, un directorio civil, un retoque, y casi siete años sin sobresaltos ministeriales. No fue así en Elche, donde en este breve periodo se sucedieron hasta diez personas al frente de la alcaldía, con una duración media inferir a los once meses de mandato, con un incesante recambio de concejales. La caída del Marqués de Estella y la subida del General Berenguer, con su intento de normalización constitucional y democratización de la vida publica tuvo también su efecto en Elche; volvieron al Ayuntamiento viejos políticos, representantes algunos de los viejos partidos dinásticos, ya fuera de tiempo, y la oposición, sobre todo socialista, y la nueva republicana, tendencia esta que iba arraigando cada vez más en la sociedad nacional y también ilicitana. Los sucesos de Jaca tuvieron también su consecuencia en Elche, con detención y encarcelamiento de destacados miembros del partido Republicano Radical Socialista. Siguiendo la legislación vigente en cada momento, Elche tenía designada su Junta Municipal de Sanidad, su Junta Municipal de Beneficencia, pero, en realidad, poco operativas, según se desprende de los libros de actas de ambas que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Elche. Órganos consultivos y asesores, tenían poca relevancia a la hora de tomar decisiones por parte del alcalde. No es hasta 1924 cuando se logra tener un censo adecuado de la población pobre, beneficiaria, según la ley, de asistencia médica y farmacéutica con cargo al erario público; este segmento representaba aproximadamente el 13 % de la población del casco urbano, pues no se incluyeron en dicho padrón los habitantes de las partidas rurales. Elche
disponía entonces, para ello, de cuatro médicos titulares, uno por cada distrito de la ciudad, e igual número de practicantes y matronas; la proporción de familias acogidas a la Beneficencia en cada distrito era inferior a la determinada por la ley. Tenía un Médico Subdelegado de Medicina, un Médico Director del Hospital, y también servicios de Farmacia y de Veterinaria. Al principio del periodo estudiado, existía un solo farmacéutico para dispensar las medicinas de forma gratuita a los pobres, número que fue aumentando con el paso del tiempo, hasta llegar a ser siete los establecimientos disponibles. Además de los titulares, había más médicos en Elche, algunos contratados por el Ayuntamiento como suplentes de los titulares, y otros varios, dedicados al ejercicio libre de la profesión. Algunos de ellos prestaban asistencia también a través de las sociedades de Socorros Mutuos, nacidas al amparo de los movimientos sindicales o religiosos, como La Unión, el Despertar Femenino, la Emancipación, el Remedio, etc. Disponía también de un Hospital, instalado desde el siglo anterior en el antiguo convento de San José, de titularidad municipal, asistido por monjas Hermanas de la Caridad, el frente del cual figuraba un médico director, donde se ingresaban, inicialmente, enfermos pobres y de pocos recursos, pero, a la larga, también admitía otro tipo de pacientes, no de beneficencia, sino de pago directo. Sus rentas procedían del Beneficiado del Santo Hospital de Caridad, perteneciente a la Iglesia, gestionadas por un administrador nombrado por el consistorio, ante el cual rendía cuentas periódicamente. Al principio, acogió en su mismo edificio el Asilo, que fue más tarde trasladado a un nuevo edificio, cercano. Estuvo en funcionamiento hasta 1965. Había una sección de la Cruz Roja Española, donde los médicos y practicantes prestaban servicios, generalmente a accidentados; no habiendo Casa de Socorro, ni centros de expósitos, de acogida o similares, las funciones de beneficencia, socorro al menesteroso y ayuda al pobre e indigente, eran desarrolladas por el mismo Hospital de Caridad. Hemos dispuesto de las dos fuentes existentes para la obtención de datos sobre mortalidad; una, el Libro de Enterramientos del Ayuntamiento, que se conserva en el Archivo, y otra, el Registro Civil; existe notable diferencia entre ellos, sobre todo en lo referido a la mortalidad perinatal. Es llamativa la polisemia utilizada para la inscripción de los registros, con numerosos sinónimos y tecnicismos, junto con diagnósticos ininteligibles o difíciles de asumir. La natalidad en Elche durante este periodo era muy semejante a la media nacional, alrededor del 30 por mil; sin embargo, la mortalidad total era inferior a la del resto de España, este crecimiento natural positivo, venia incrementado por los movimientos migratorios, de modo que la tasa de crecimiento poblacional en Elche fue casi en todo momento, superior a la tasa nacional. La causa más frecuente de mortalidad en Elche durante el periodo analizado, fueron las enfermedades infecciosas, que supusieron prácticamente la mitad de los fallecimientos registrados, tasa más alta de la constatada en la bibliografía para el resto del territorio nacional; y en particular, las infecciones intestinales, las respiratorias y la tuberculosis. Hemos hecho mención especial a la Fiebre de Malta, no solo por su repercusión sobre la mortalidad, sino por el enfrentamiento político que supuso su regulación entre el ayuntamiento y los propietarios de ganado cabrío, prolongado durante mas de diez años de
incumplimiento de las normativas. Fue nula la mortalidad por viruela, merced a eficaces campañas de vacunación. La fiebre tifoidea tuvo una mortalidad algo mayor en Elche que en el resto de España, en relación con la mala calidad de las aguas potables, cuya conducción estaba con frecuencia al aire libre, y la ausencia de alcantarillado en la ciudad. La mortalidad por procesos neoplásicos fue muy baja, inferior al 3 % del total, semejante a la provocada por causas externas. Las cardiopatías supusieron alrededor del 20 % de la mortalidad; llama la atención la escasa presencia de la cardiopatía isquémica, y que la valvulopatia más común sea la insuficiencia mitral. En muchas ocasiones figura como diagnóstico, la asistolia, sin precisar la causa fundamental. La mortalidad por diabetes, incluidas sus diversas presentaciones, como la caquexia o el coma, fue ligeramente superior a la media nacional en el periodo. Resulta llamativa la notable presencia del diagnóstico “eclampsia” como causa de muerte en la infancia, y no de mujeres en relación con gestación o parto.
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Historia de la Medicina
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Tesis doctorales - Ciencias de la Salud