Abstract:
El agua es el medio donde el desarrollo evolutivo se ve favorecido desde la edad temprana (Moreno y Borges, 2009; Pansu, 2010; Penik, 2011). Desarrollar la competencia acuática se ha convertido en uno de los objetivos importantes a tratar desde la más tierna infancia, y sus efectos en el organismo desde la infancia hasta la edad adulta han sido demostrados desde hace décadas (Diem, 1978, 1982; Parker y Blanksby, 1997).
Si a estos beneficios se le añade el carácter terapéutico del medio, permite contemplar este recurso dentro de las áreas de la atención temprana, la pediatría, la neurología, las afecciones musculo-esqueléticas, el deporte, el suelo pélvico, etc. y en cualquier área donde la prevención y el tratamiento de la salud pueda ser abordado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002), define el término salud como “el estado completo de bienestar físico, mental y social y no la mera ausencia de enfermedad”. De ahí que afirmar que las prácticas acuáticas son beneficiosas, es confirmar la necesidad de que estas actividades formen parte de las experiencias que todo ser humano debiera tener en su vida, tanto en los procesos de salud como de enfermedad (Diem, Bresges, y Hellmich, 1978; Fouace, 1979; Zuoziené, Akelyté, y Zuoza, 2014).
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