Abstract:
La delincuencia femenina, sobre todo en lo que respecta a delitos violentos, ha sido un gran tabú, por lo que durante años se ha ‘barrido debajo de la alfombra’ y, sumado a su menor prevalencia, a resultado en una notoria inferioridad de estudios en relación a este fenómeno en comparación con aquellos elaborados sobre la delincuencia de sus homónimos.
A día de hoy todavía se les atribuye a las mujeres asesinas características psicológicas de tipo sexual como ‘sobreexcitabilidad’, ‘virginidad’, ‘excesiva masculinidad’, además de causas mórbidas y ocultas que les han llevado a romper con los roles femeninos estereotipados (Guerra & Lerma, 2014). Y a las terroristas se las intenta justificar aludiendo a coacciones y/o motivaciones personales sin dar cabida a la posibilidad de que fuera un acto político, cuando no se obvia su papel como victimarias para enfocarse en el de víctimas.
En criminología existen dos tipos de perfiles, por un lado encontramos el perfil criminológico de agresor desconocido y, por otro, está el perfil criminológico de agresor conocido. El origen del primero fue descubrir los patrones subyacentes de los crímenes, principalmente de asesinos en serie, para poder prevenirlos y descubrir la identidad del agresor. En cambio el segundo tipo se encarga de averiguar, una vez conocida la identidad del victimario, qué le llevó a perpetrar el delito.
En este trabajo se emplea el segundo enfoque, el perfil criminológico de agresor conocido, para estudiar la figura de las mujeres como victimarias y perpetradoras de delitos violentos, en concreto homicidios y terrorismo, analizando su implicación desde una perspectiva sincrónica y diacrónica, atendiendo al contexto histórico y la influencia de factores como la cultura y la socialización. De este modo se pretende romper con los estereotipos habituales para obtener una imagen lo más veraz posible de los sucesos.
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