Resumen :
En la ciudad de Elche, durante los días 14 y 15 del mes de agosto y sin
interrupción significativa desde el último tercio del siglo XV, se celebran fiestas
en honor de su patrona la Virgen de la Asunción. Como acto más destacado
está la representación en el interior del templo de Santa María de lo que fueron
los últimos días de la vida, muerte, asunción a los cielos y coronación de la
Virgen María. Esta representación teatral ha sobrevivido a otras de su clase,
que se celebraban en el mundo cristiano siglos atrás, pese a las cláusulas
establecidas por el Concilio de Trento que las prohibían dentro de los templos.
Su salvaguarda fue debida a un rescripto concedido en 1632 por el papa
Urbano VIII y lo extraordinario de tal evento se debe a que las representaciones
hayan perdurado hasta nuestros días —y durante cinco siglos— sin apenas
interrupción, salvo en los casos de fuerza mayor (guerras, epidemias, etc.).
Esta representación, única en el mundo y declarada Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad, se hace toda ella cantada tras convertir todo el interior del templo
en un gran escenario, con sus correspondientes tramoyas equipadas con una
máquina compuesta, una cabria doble, que permiten descender y elevar una
altura de 27 m. Los ingenios aéreos están ocupados por cantores, donde en
alguno de ellos, lo hacen en número de cinco alcanzando a pesar hasta 600
daN, e incluso, el mantenimiento de dos de los aparatos, de forma simultánea,
en el aire. Este extraordinario escenario consta de dos partes: uno ubicado a
nivel del suelo, conocido como tramoya baja, y el otro —el aéreo— conocido
como tramoya alta o cielo en la cúpula, comunicándose ambos espacios por
medio de tres aparatos aéreos —la Mangrana, el Araceli y la Santísima
Trinidad. Como componentes hay una cabria que se encarga de mover los
aparatos aéreos entre ambas tramoyas, separadas por una altura de más de
24 m, una plataforma, a modo de balcón, que se extiende desde las paredes
interiores del tambor hacia su centro y permite acceder a los aparatos aéreos
de forma cómoda y fácil y un círculo de lona cuyo diámetro medio aproximado
es de 13,35 m sobre el que, con pintura, se representa el paraíso. El conjunto
podemos calificarlo en general, como de una tecnología muy primitiva, pero
que, tras su uso y perfección a lo largo de los siglos, ha permitido alcanzar un
alto grado de precisión y eficacia.
Las máquinas de elevación instaladas han sufrido varias modificaciones en el
transcurso del tiempo. La última de ellas, realizada en el año 1761, fue llevada
a cabo por el arquitecto Marcos Evangelio, quien las cambió con el vaticinio de
que: ...solamente dos hombres puedan hacer lo mismo en que asta de
presente se han ocupado más de veinte personas. Estas máquinas, salvo las
reparaciones de mantenimiento requeridas a lo largo de los años y pese al
haberse producido el incendio del templo, provocado en febrero de 1936,
permanecen en estado similar a como el arquitecto las diseñó, a falta de una
caja de madera que reforzaba la estructura y que ardió en el citado incendio.
Las imágenes que nos han llegado de las máquinas, nos demuestran, que el
vaticinio del arquitecto no se pudo cumplir y que en lugar de dos se precisaba
de cuatro hombres. Su estudio nos permite verificar que la máquina es muy
avanzada respecto a la tecnología que se daba en la zona geográfica de la
época en que fue construida, que fue bien diseñada, que estuvo bien construida, pero un error de montaje hizo que el arquitecto fracasase con lo
predicho.
Y por último, intentaremos, con los datos que nos proporcionó el citado
arquitecto, esbozar cómo pudieron haber sido las máquinas utilizadas hasta 1760
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